Iglesia de los Santos Mártires Japoneses

La Iglesia de los Santos Mártires Japoneses se encuentra en Largo San Francesco d'Assisi, y se puede llegar fácilmente con un agradable paseo que, desde la Marina de Civitavecchia y pasando por la plataforma del Pirgo, os llevará al Paseo marítimo Thaon de Revel, con sus restaurantes al aire libre y el pequeño puerto turístico de Lega Navale.

Una vez llegados aquí, sólo hay que girar a la izquierda en Largo San Francesco d'Assisi y os encontraréis enfrente de la gran iglesia. En la pequeña plaza enfrente de la iglesia, se encuentra la estatua de San Francisco de Asís mientras que en el interior de la iglesia se pueden admirar los espléndidos frescos del pintor japonés Luca Hasegawa.

DEL MARTIRIO DE LOS CRISTIANOS A LA CONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA

Para conocer plenamente la historia de esta iglesia es necesario hacer un salto atrás hasta el 1549, año en que lso padres jesuitas, guiadas por San Francisco Saverio, partieron desde Italia para Japón para convertir al cristianismo a la población nipona. La misión consiguió convertir a tantos proselitos que el shogun japonés emanó un decreto de expulsión contra los jesuitas.

Cuando en el 1593 desembarcaron en Japón también los padres franciscanos, la historia se complicó provocando una segunda reacción del shogun, esta vez aún más dura. El 9 de diciembre de 1596 su orden de arresto de los franciscanos, de los jesuitas y de los neo-cristianos japoneses se convirtió en el martirio de 26 cristianos.

El 5 de febrero de 1597, sobre una colina a las afueras de Nagasaki, se alzaron 26 cruces: 6 misioneros españoles, 17 terciarios franciscanos (laicos) japoneses y 3 jesuitas japoneses: un sagristán, un catequista y un predicador conocido como Paolo Miki.

De ahí en adelante tuvo inicio un largo proceso de canonización que acabó sólo el 8 de junio de 1862, día en que por fin se elevó a los 26 mártires japoneses a la gloria de los altares.

Mientras, Civitavecchia, gracias al tráfico de su Puerto, que en aquella época pertenecía a la Iglesia, se convirtió en una importante parada para todos los religiosos que partían para y volvían de las misiones, creando la exigencia de construir un nuevo punto de encuentro.

Así, en 1863, el Padre Tomás de Roma, en calidad de Ministro Provincial de los Frailes Menores pidió y obtuvo del Obispo Diocesano Monseños Camillo Bisleti el permiso para construir una iglesia en la zona costera de la Via Aurelia conocida come "Quattro Porte" ("Cuatro Puertas").

Quedaba sólo el problema delos gastos y por eso el Padre Tomás pidió también al Pontífice Papa Pío IX el permiso para destinar una parte de las limosnas recaudadas para la canonización de los Santos Mártires Franciscanos de Japón con la promesa de que la futura Iglesia se dedicaría precisamente a ellos.

Las obras duraron más de ocho años y por fin el 13 de junio de 1872, día de la festividad de San Antonio de Padua, la Iglesia fue consagrada y los Frailes Franciscanos Menores hicieron su ingreso oficial en la realidad eclesiástica de Civitavecchia.

LA RECONSTRUCCIÓN POSTBÉLICA

El 30 de agosto de 1943, el segundo bombardeo sufrido por Civitavecchia provocó el derrumbe de la Iglesia que con tanto amor y dedicación los Frailes Franciscanos Menores habían edificado de la nada.

La reconnstrucción fue lenta y no fue hasta el 4 de octubre de 1950, día de San Francisco de Asís durante el año del gran Jubileo, cuando se inauguró la nueva Iglesia de los Santos Mártires Japoneses en Civitavecchia.

Mientras, había llegado a Roma Luca Hasegawa, famosísimo artista japonés que se había convertido al catolicismo y que había llegado a la capital precisamente para celebrar el año Santo. Agostino Kanayama, encargado de Japón en la Santa Sede, viendo que las paredes del nuevo edificio estaban aún desprovistas de pinturas, pensó que precisamente el famoso pintor nipón podría afrescarlas. Kanayama aceptó de buen grado el encargo y se puso en seguida a trabajar.

LAS PINTURAS DE LUCA HASEGAWA

Luca Hasegawa trabajó en los frescos del 1951 al 1957 formando parte en ese tiempo de la vida del convento. Volvió a Japón en 1967 y de nuevo viajó a Civitavecchia con la intención de continuar con el fresco de la vuelta, pero una vez llegó a Roma, sufrió un infarto repentino.

Entre las primeras figuras que Hasegawa pintó destacan sin duda la bellísima Virgen en kimono con el niño (de rasgos orientales y vistiendo trajes del siglo XVI) y la escena de los 26 mártires japoneses, caídos en la colina de Nagasaki el 5 de febrero de 1597 impresos en las cinco pinturas del ábside.

A los lados de la Virgen están representados San Francisco Saverio, primer jesuita que introdujo la religión cristiana en Japón y San Francisco de Asís, fundador del Orden. A los lados del ábside, Hasegawa rindió homenaje a Santa Fermina, patrona de Civitavecchia y a Hasekura Tsunenaga, primer japonés que desembarcó en la ciudad en el siglo XVII.

Las pinturas de los 6 altares laterales, completados tres años más tarde, representan respectivamente a San Pedro con las llaves del Paraíso, San Pablo, San José y el Niño Jesús y San Francisco de Asís, mientras que en la capilla con la estatua de la Virgen María y en la del Sagrado Corazón de Jesús, la pintura de San Antonio de Padua con el Niño Jesús en brazos.